Descubren Dos Nuevas Especies de Cocodrilos en la Isla de Cozumel y Mahahual México: Un Hallazgo Genético que Revela Secretos Evolutivos
Por Redacción Ciencia, 29 de agosto de 2025
En un avance científico que redefine la biodiversidad de los reptiles en el Caribe mexicano, investigadores de la Universidad McGill, en colaboración con científicos mexicanos, han identificado dos especies de cocodrilos previamente desconocidas. Estas poblaciones, localizadas en la isla de Cozumel y el atolón de Banco Chinchorro, frente a la península de Yucatán, fueron consideradas durante décadas como variantes del cocodrilo americano (Crocodylus acutus). Sin embargo, un análisis genético y morfológico detallado ha demostrado que se trata de especies distintas, con diferencias significativas en su ADN y en la forma de sus cráneos.
El descubrimiento, publicado en la revista Molecular Phylogenetics and Evolution bajo el título «Novel island species elucidate a species complex of Neotropical crocodiles», surge de un estudio exhaustivo que utilizó secuenciación genómica completa mediante tecnología RAD y morfometría geométrica para analizar formas craneales. Los autores principales, el profesor Hans Larsson de la Universidad McGill y el estudiante de doctorado José Avila-Cervantes, analizaron muestras de sangre y escamas de cocodrilos capturados y liberados en estas islas, comparándolas con poblaciones de cocodrilos de todo el Caribe, Centroamérica y la costa pacífica de México. Los resultados revelaron una alta diferenciación genética no solo entre estas islas y el C. acutus continental, sino también entre otras especies neotropicales como el cocodrilo de Morelet (C. moreletii) y el cocodrilo cubano (C. rhombifer).
«Estos resultados fueron totalmente inesperados. Asumíamos que Crocodylus acutus era una sola especie que abarcaba desde Baja California hasta Venezuela y todo el Caribe», explicó Avila-Cervantes en un comunicado de la Universidad McGill. El análisis genético identificó cinco clústeres dentro de lo que se consideraba C. acutus, sugiriendo que esta podría ser un complejo de especies. Específicamente, los cocodrilos de Cozumel presentan hocicos largos y estrechos, adaptados posiblemente a presas más ágiles, mientras que los de Banco Chinchorro tienen hocicos más anchos y robustos, ideales para triturar caparazones duros. Estas diferencias morfológicas forman un cline (gradiente) evolutivo, indicando una evolución rápida y reciente de especies crípticas en la región neotropical.
Desde un punto de vista evolutivo, el aislamiento insular ha jugado un rol clave. Cozumel, una isla de aproximadamente 478 km² con manglares y lagunas costeras, y Banco Chinchorro, un atolón remoto de arrecifes coralinos, han permitido que estas poblaciones se diferencien genéticamente durante miles de años. «La biodiversidad está desapareciendo más rápido de lo que podemos descubrir lo que estamos perdiendo», advirtió Larsson. «La mayoría de las especies de cocodrilos ya están en peligro de extinción, y el desarrollo costero rápido amenaza casi todas las poblaciones».
Cada una de estas nuevas especies cuenta con menos de 1.000 individuos reproductores, lo que las clasifica como altamente vulnerables. En Cozumel, el turismo masivo —con más de 1.5 millones de visitantes solo en los primeros tres meses de 2025— y el desarrollo inmobiliario fragmentan sus hábitats de manglares y lagunas. Banco Chinchorro, aunque más remoto y protegido como reserva de la biosfera por la UNESCO desde 1996, enfrenta presiones de la pesca ilegal y el cambio climático, que eleva el nivel del mar y altera los ecosistemas salinos. A pesar de que las poblaciones parecen estables en la actualidad, su tamaño reducido y aislamiento las exponen a riesgos como la endogamia y eventos estocásticos, como huracanes.

Los esfuerzos de conservación se han intensificado tras el hallazgo. Organizaciones como El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR) y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) de México han colaborado en monitoreos previos, pero ahora se insta a un reconocimiento formal de estas especies para desbloquear protecciones específicas. «Limitar el desarrollo territorial e implementar estrategias de conservación cuidadosas en Cozumel y Banco Chinchorro será clave para garantizar su supervivencia», enfatizó Larsson. Iniciativas locales, como el Parque Ecológico Punta Sur en Cozumel, ya realizan estudios genéticos y ecológicos para proteger estos reptiles endémicos, y un documental latinoamericano reciente explora su hábitat para sensibilizar al público.
Este descubrimiento no solo amplía el catálogo de especies de cocodrilos del Nuevo Mundo —de cuatro conocidas (americana, Morelet, cubana y Orinoco) a seis potenciales—, sino que resalta la importancia de la investigación genómica en la conservación. En un contexto de crisis climática y pérdida de biodiversidad, proteger estos «maestros de la supervivencia evolutiva» podría ofrecer lecciones valiosas sobre adaptación insular. Las nuevas especies aún no han recibido nombres taxonómicos formales, pero su identificación urge acciones inmediatas para evitar que se conviertan en reliquias del pasado.